"Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada en una colina no se puede ocultar. Nadie enciende una lámpara y la pone debajo de un tazón, sino que la pone sobre el candelero, y así alumbra a todos los que están en la casa. De la misma manera, dejen que su luz brille ante los demás, para que vean sus buenas obras y alaben a su Padre que está en el cielo."
Este pasaje nos invita a vivir de una manera que refleje la luz de Dios, mostrando buenas obras y glorificándolo a través de nuestras vidas. Por lo tanto, no estamos celebrando Halloween; en su lugar, elegimos la santidad, que no se trata de «vidas perfectas», sino de «vidas apartadas» para que Cristo brille dondequiera que estemos. Holy Wins.
La Biblia nos enseña en Salmos 19:1 que "los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos." Esto significa que, desde el sol y la luna hasta la Vía Láctea y Andrómeda, cada planeta, satélite, cometa y estrella proclama la grandeza de nuestro Creador. Es fundamental transmitirles esto a los niños, mostrándoles que el mismo Dios que diseñó el universo los conoce y los ama profundamente.
Las raíces del Halloween están ligadas a la festividad celta “Samhain” que celebra el mundo de los espíritus.
Durante este período, los celtas aplazaban su trabajo cotidiano y las leyes de la naturaleza quedaban en suspenso; los humanos podían visitar el mundo de los muertos y los difuntos podían recorrer la tierra, los demonios se manifestaban y las hadas revoloteaban. En el umbral de las casas depositaban viandas para ofrecerlas a los malos espíritus, de ahí podría proceder el “truco o trato” de Halloween, la costumbre infantil de recorrer los hogares pidiendo dulces.
No pasemos por alto la connotación "oscura" de esta celebración, que se origina en prácticas alejadas de Dios. La adoración a Satanás y la normalización del ocultismo, la brujería y los sacrificios contribuyen a una atmósfera de miedo y terror. El mundo espiritual es real, y en tu vida dominará aquello a lo que le permitas el acceso.