Algún día conversaba con una persona y le pregunté si tenía algún recuerdo doloroso con su padre, me dijo: “No, él fue el mejor papá del mundo”.
Algún día conversaba con una persona y le pregunté si tenía algún recuerdo doloroso con su padre, me dijo: “No, él fue el mejor papá del mundo”.
Estoy muy emocionado al iniciar una nueva serie de enseñanzas que traerá mucha sanidad a nuestra alma y afectará positivamente nuestro futuro y el de las personas que nos rodean.
Algún día conversaba con una persona y le pregunté si tenía algún recuerdo doloroso con su padre, me dijo: “No, él fue el mejor papá del mundo”. Al continuar con la conversación, unos pocos minutos después en medio de un comentario más, esta persona dijo: “como mi papá era alcohólico…” y siguió de largo con su punto.
En otra conversación una persona me decía: “Mi mamá fue un santa pero el tipo ese nos abandonó (refiriéndose a su papá)”.
Estos son dos simples ejemplos de heridas que alguien puede tener y que no considera, podrían estar afectándole en la actualidad. Por razones como estas y muchas otras, necesitamos sanidad.
El título de esta serie es “Durmiendo con el enemigo” y trata de situaciones vividas especialmente durante la infancia que nos han dañado y que hemos normalizado, estas se han convertido en parte de nuestra vida. Se denominamos heridas emocionales o traumas.
En algunos casos han sido tan profundas que no tenemos conciencia de su actividad ya que usualmente fueron vividas en momentos en los que no teníamos capacidad de juzgar, ni podíamos establecer límites o defendernos, por lo tanto hemos crecido con ellas y se han vuelto parte de nuestra forma de ver la vida y en algunos casos, de nuestra identidad.
Desde el inicio de esta serie deseo expresarte que nadie ha tenido una infancia, familia o padres perfectos. Todos tenemos en alguna medida heridas que nos acompañan hasta hoy al no haber sido sanadas. Tan normal como estar vivos es tener heridas en el alma y por eso debemos sanar y por eso también Dios proveyó la sanidad para nuestras vidas.
Salmos 23:3-4 LBLA “Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su nombre. [4] Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento.”
Salmos 147:3 NTV “Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas.”
Jesús, al realizar la presentación pública de su ministerio dijo:
Lucas 4:18-19 RV60 “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; [19] A predicar el año agradable del Señor.”
“Si Jesús vino a sanar a los quebrantados de corazón es porque
hay corazones quebrantados.”
Desde esta primera enseñanza deseo enfatizar que Dios desea sanarte, que el tiene un intercambio para hacer en tu vida:
Isaías 61:3 NTV “A todos los que se lamentan en Israel les dará una corona de belleza en lugar de cenizas, una gozosa bendición en lugar de luto, una festiva alabanza en lugar de desesperación. Ellos, en su justicia, serán como grandes robles que el SEÑOR ha plantado para su propia gloria.”
Deseo compartir el proceso que que considero se lleva a cabo cuando ocurre una herida, para que desde este conocimiento empecemos a transitar hacia la sanidad que Dios desea darnos, veamos.
1. Las heridas emocionales
Son experiencias dolorosas o lesiones internas en nuestra mente o corazón que fueron causadas por algo que nos lastimó: una situación difícil, una reacción, un comentario, una ofensa o un trauma. Estas experiencias dejan huellas en la manera de sentir, percibir e inclusive, de actuar. Lo complejo es que no se pueden ver como una herida física, pero se sienten, algunas veces son tan reales como una herida en el cuerpo.
Estas heridas y la forma en que las percibimos y gestionamos, han causado que por ejemplo desarrollemos mentalidad de víctima, nos sintamos tristes, deprimidos, enojados, asustados, temerosos, rechazados, con falta de confianza o con una sensación de que valemos poco o que no somos importantes, entre muchos otros sentimientos. Estas huellas nos llevan a repetir patrones nocivos y, sin darnos cuenta, nos causamos daño y a los demás.
Ejemplos: Violencia en casa, promesas incumplidas, te perdiste, te gritaban, te decían palabras denigrantes, escuchabas frases nocivas y repetitivas, hubo un divorcio, abuso de sustancias en casa, inmoralidad, no conociste a tu padre, pobreza, humillación, muerte de un padre, preferencias entre hermanos, escasez, burla, acoso, abuso, padres iracundos, padres mudos, padres ausentes, mamás controladoras, etc.
2. La mentira
En el mismo instante en el que experimentamos la herida, he visto que se genera una segunda situación y es que escuchamos una mentira de parte del enemigo, que nos hace llegar a una falsa conclusión.
Es necesario recordar que la gran mayoría de estas situaciones se viven en la infancia, tiempo en el cual no podemos gestionar correctamente lo vivido. Adicionalmente muchas de ellas son causadas por seres cercanos, familiares, padres, abuelos, tíos, etc.
Cuando hablo que escuchamos una mentira, estoy refiriéndome a palabras de nuestro enemigo, Satanás, recordemos que:
Juan 10:10 NVI “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.”
Juan 8:44b NVI “Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!”
Ejemplo: Si los padres se divorcian, algunas veces los niños creen que son responsables de la decisión de sus papás por una mentira del diablo.
Si eres abandonado crees que no tienes valor, que no eres importante.
“Podemos transformar el dolor en aprendizaje.”
3. Reacción.
Ante la imposibilidad de una respuesta adecuada, la falta de conocimiento bíblico y madurez, se generan respuestas insanas, se crean mecanismos de defensa. Desde allí se desarrollan comportamientos nocivos para no volver a ser heridos, que en muchos casos nos han gobernado hasta el día de hoy. Algunas personas llaman este resultado fortalezas mentales.
2 Corintios 10:4-5 NVI “Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. [5] Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.”
Hay dos reacciones comunes a estás circunstancias, los votos internos y los juicios con raíz de amargura. Recordemos que: se vive un momento de dolor, este es acompañado por una mentira y desde un corazón herido, con rabia, se toman decisiones.
Un ejemplo de un voto interno puede ser:
Ante un papá que se va de la casa y deja a su familia, alguien dice: “Yo nunca voy a abandonar a mis hijos”.
En tanto que un juicio con raíz de amargura es:
Ante una situación similar, una mujer puede decir: «Mi papá es un irresponsable, todos los hombres son irresponsables”.
Cierre:
Quiero culminar este día dejándote saber que las heridas emocionales pueden ser sanadas. Solo debemos tratarlas con la medicina correcta.
Por ahora recuerda, Dios es nuestro sanador y nos puede acompañar en este proceso que aunque incómodo o doloroso, es vital para continuar.
Desde hoy trata de recordar los momentos dolorosos que viviste y haz un listado. De ser posible, pide al Espíritu Santo que te deje saber qué voto interno o juicio realizaste en ese momento de dolor y cómo te ha afectado.
Salmo 103:2-5 NVI “Alaba, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguno de sus beneficios. [3] Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; [4] él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; [5] él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas.”