Transformación en el Desierto

Transformación en el Desierto El desierto es el horno de la transformación. Es el contexto mediante el cual Dios hace que la escoria, la cultura y todas sus cosas salgan a la superficie. Nos liberamos de las máscaras y las ilusiones y comenzamos a ver correctamente. En el desierto se forman las voces. Si Dios …

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Transformación en el Desierto

El desierto es el horno de la transformación. Es el contexto mediante el cual Dios hace que la escoria, la cultura y todas sus cosas salgan a la superficie. Nos liberamos de las máscaras y las ilusiones y comenzamos a ver correctamente. En el desierto se forman las voces. Si Dios realmente te ha llamado al ministerio, Él te preparará en el desierto.

Si Él te ha llamado a seguirlo, te llevará al desierto. En el desierto somos humillados, despojados y se nos hace saber que el hombre “no vive solo de pan” sino “de toda palabra que sale de la boca del Señor” (Deuteronomio 8:3). Es en el desierto donde Dios deconstruye todo lo que creíamos saber acerca de Él, y nos permite recibir su revelación.(ver Isaías 40:21-23).

En el desierto Dios quita los nombres de otros amantes de nuestro corazón, y llegamos a la revelación de que Él es nuestro novio; nuestra filiación se arraiga y se cimenta en nuestro ser; su voz se vuelve más fuerte y ahoga todas las demás voces, seducciones y atractivos de esta época (ver Os. 2). En el desierto Jesús nos permite tener un encuentro cara cara con Él, cambia nuestro nombre y nos da identidad. (Ver Gén. 32).

Al ser vulnerables delante de Dios, recibimos la revelación de nuestra condición y lo pequeños que somos delante de Él; ese encuentro real y cercano con Jesús libera el arrepentimiento en nosotros, permitiéndonos desechar todo lo que nos oprime, incluyendo las limitaciones mentales y los sistemas religiosos.

En un tiempo como este necesitamos ver la restauración de las voces en la Iglesia. Las voces se forman en el desierto. Las voces nunca se “gradúan” de la naturaleza. Las voces se convierten en voces a través del silencio y la soledad, y es esta cualidad de mensajero y mensaje la que penetra el ruido de una cultura caótica en el mundo y en la Iglesia. Estamos en una hora urgente y la mayor necesidad son voces que surjan del silencio para atravesar el caos del ruido. Antes de que Dios haga algo a través de sus mensajeros, primero debe hacerlo en sus mensajeros.

Oremos:
Dios, hazme una voz en esta generación. Dios, hazme un pastor según tu corazón. Quiero conocerte de verdad. Quiero arder con tu fuego santo. Quiero sentir lo que tú sientes, ver como ves y moverme como tú te mueves. Te abro mi corazón, libera sobre mí el espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de tu Hijo. Enciende mi corazón. Señor, haz de mi vida una vida de oración. Amén.

“En el desierto Jesús nos permite tener un encuentro cara cara con Él, cambia nuestro nombre y nos sustenta con su amor”.

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Edwin Castro