La Oración del Padre Nuestro

La Oración del Padre Nuestro Jesús nos enseñó a orar diciendo: “Padre nuestro que estás en los cielos.” Con esta apertura, nos invita a dirigir nuestra atención al lugar donde Dios habita, una dimensión celestial, fuera de lo terrenal y donde Él reina sobre toda autoridad y dominio. En oración, se nos da acceso a …

Play Video

Versión de solo audio:

La Oración del Padre Nuestro

Jesús nos enseñó a orar diciendo: “Padre nuestro que estás en los cielos.” Con esta apertura, nos invita a dirigir nuestra atención al lugar donde Dios habita, una dimensión celestial, fuera de lo terrenal y donde Él reina sobre toda autoridad y dominio. En oración, se nos da acceso a esta realidad celestial: una sala del trono donde Cristo está entronizado y desde donde gobierna el universo. Este acceso es fundamental para nuestra vida de oración porque establece nuestra postura al orar. Nos eleva a un lugar donde se nos permite ver las cosas desde una perspectiva eterna y Divina, y este cambio de perspectiva es esencial para que nuestras oraciones sean eficaces.

El apóstol Juan describe una impresionante visión del trono de Dios en Apocalipsis 4:2-11. En esta visión celestial, observa el trono rodeado de seres celestiales que proclaman sin cesar la santidad de Dios. La imagen de este trono está cargada de símbolos de gloria, pureza y misericordia, representados en cada detalle que Juan describe. Dios está rodeado de resplandor, como de jaspe y cornalina, y un arcoíris símbolo de su misericordia rodea su trono. Ante este trono, hay veinticuatro ancianos y cuatro seres vivientes que adoran y proclaman su santidad constantemente. Esta visión tiene un impacto poderoso en nuestra vida de oración porque nos recuerda quién es Dios y nos ayuda a acercarnos a Él con reverencia y asombro.

Jesús también enseñó a iniciar la oración enfocándonos en la santidad de Dios, diciendo: “Santificado sea tu nombre”. Los seres celestiales proclaman sin cesar “Santo, Santo, Santo,” destacando la santidad y el carácter único de Dios. Esta repetición constante nos enseña la importancia de reconocer la santidad Divina en nuestro tiempo de oración. Cuando oramos, al enfocarnos en Su santidad, nuestra fe se incrementa y somos impulsados a orar desde un lugar de adoración y entrega total.

Jesús luego nos instruye a pedir que el reino de Dios se manifieste en la tierra, diciendo: “Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.” Esto nos enseña que en oración accedemos a la presencia de Dios no solo para buscar su consuelo, sino para interceder por la realización de su voluntad en nuestra vida, nuestra familia, nuestra iglesia y nuestras naciones. Podemos pedir y desatar en la tierra las realidades celestiales que vemos en su presencia, orando para que lo que está en el corazón de Dios se cumpla aquí y ahora. Sin embargo, este poder de intercesión solo se desarrolla cuando nos acercamos al trono celestial. Solo aquellos que “ascienden” en oración a la sala del trono de Dios pueden ver el cumplimiento de su voluntad en su entorno y orar con el corazón alineado al de Dios, trayendo transformación a través de sus oraciones. 

Cuando oramos con esta persistencia, Dios moldea nuestro carácter y nos prepara para recibir sus respuestas en el momento adecuado, cultivando en nosotros una fe firme. Esta perseverancia produce una fe que no se apaga, sino que crece cada vez más, formándonos como líderes espirituales que saben esperar y confiar en que Dios proveerá a su tiempo.

Comparte esta enseñanza

Otras enseñanzas

Play Video
53

Edwin Castro