La Oración según Jesús

La Oración según Jesús Jesús inicia su enseñanza sobre la oración motivándonos a invocar a Dios y llamarle “Padre Nuestro”, esto nos lleva a pensar que la oración es más que presentar una lista de peticiones y nos recuerda la importancia de entender que la oración comienza con el conocimiento de quién es Dios. En …

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La Oración según Jesús

Jesús inicia su enseñanza sobre la oración motivándonos a invocar a Dios y llamarle “Padre Nuestro”, esto nos lleva a pensar que la oración es más que presentar una lista de peticiones y nos recuerda la importancia de entender que la oración comienza con el conocimiento de quién es Dios. En la frase “Padre nuestro que estás en los cielos”, Jesús redefine la oración como una relación íntima con Dios Padre.

Recordemos que la clave para una vida de oración efectiva es nuestra visión de Dios. La oración no es un simple ejercicio de pedir cosas, sino un medio para encontrarnos con nuestro Padre celestial, quien es amoroso, justo y poderoso, entre otras muchas más cualidades. Esta revelación del Padre, como “Abba”, Papito, es esencial para crecer en la oración, ya que cambia nuestra perspectiva de Dios y nos invita a acercarnos a Él como hijos. Jesús vino a compartir esta relación con toda la humanidad, y esa revelación es la base de toda vida de oración.

Tras el reconocimiento de Dios como Padre, Jesús también nos enseña a orar diciendo “Santificado sea tu nombre”. Esto significa que la oración también implica reconocer la santidad de Dios. Este acto de santificación sugiere que nuestra vida de oración debe estar marcada por un profundo respeto y asombro ante la majestad de Dios. Dios es infinitamente Santo, lleno de gloria y pureza, y al acercarnos a Él, debemos reconocer su grandeza y perfección. La santidad de Dios también implica que su nombre sea reverenciado y exaltado en nuestra vida. Antes de pedir por nuestras necesidades, debemos alinearnos con la naturaleza de Dios, glorificando su nombre y buscando vivir en conformidad con su santidad. 

Jesús nos enseña que la oración no es solo para obtener respuestas inmediatas, sino que a menudo requiere persistir hasta que las puertas cerradas se abran. Dios valora nuestra fe y confianza, y quiere que perseveremos en la oración incluso cuando no veamos resultados inmediatos. La perseverancia es un proceso de transformación en el que Dios moldea nuestro carácter, profundizando nuestra relación con Él y nos enseña a confiar en su bondad y fidelidad. Aprendemos a orar, orando. Es esencial establecer un lugar y un tiempo constante para la oración, permitiendo que el Espíritu Santo nos guíe y transforme en el proceso y así cultivemos una vida de oración. El propósito de la oración no es solo obtener respuestas a nuestras peticiones, sino encontrarnos con Dios, nuestro Padre, glorificar su santidad y alinearnos con su voluntad para que su reino venga a la tierra.

Oremos:
Padre Amado, que estás en los cielos, santificamos tu nombre porque solo tú eres Santo, Santo, Santo y estás en el lugar de honor y allí sentado en tu trono nos recibes a tus hijos para darnos el abrazo de Padre y escucharnos decir que venga tu Reino sobre nosotros, sobre nuestra familia, sobre nuestros hogares, sobre nuestra iglesia. Ayúdanos a persistir a no desmayar, a confiar siempre en ti y en tu gobierno y soberanía sobre nuestra vida en el nombre Jesús. Amén.

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