Voces no ecos

Voces no ecos “El bautismo de fuego está aquí y está por venir.” Este llamado resuena como un desafío a todos los creyentes: no basta con ser talentosos, ungidos o sabios, lo que realmente importa es si se desea la realidad de Dios en la vida. ¿Estás satisfecho con observar a otros, experimentar a Dios, …

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Voces no ecos

“El bautismo de fuego está aquí y está por venir.” Este llamado resuena como un desafío a todos los creyentes: no basta con ser talentosos, ungidos o sabios, lo que realmente importa es si se desea la realidad de Dios en la vida. ¿Estás satisfecho con observar a otros, experimentar a Dios, o anhelas un encuentro personal y transformador? La pregunta es clara: ¿eres un eco de otros o una voz auténtica? La cultura actual, tanto dentro como fuera de la iglesia, está saturada de ruido y superficialidad. En medio de este caos, se necesita desesperadamente voces genuinas, no ecos. Voces que no obtuvieron su mensaje de libros o de hombres, sino en el lugar secreto de la oración, el ayuno y la meditación en la Palabra. Es ahí, en la intimidad con Dios, donde las verdaderas voces son formadas; este proceso requiere valentía, pues implica ser despojado de toda fachada, enfrentando miedos e inseguridades para escuchar la voz de Dios diciendo: “Eres mío”

En un mundo que valora la popularidad por seguidores, “likes” y vistas, el llamado es a apartarse de todo ruido y buscar la realidad en Dios. Esta búsqueda tiene un costo, pero el fruto es inigualable: cuando una voz verdadera habla, se mueven ángeles, demonios y los corazones de las personas. Isaías 40 es una clave fundamental, este pasaje revela la fragilidad humana frente a la majestad eterna de Dios: “Toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo” (Isaías 40:6, NVI). Las voces auténticas son formadas en el desierto, donde la Palabra de Dios trabaja como un bisturí, separando el alma del espíritu, quemando el pecado, rompiendo corazones endurecidos y lavando toda impureza; en procesos como este las voces reciben palabras que cortan, sanan y liberan.

La revelación de la eternidad es una necesidad urgente en esta generación. Nada nos libera tanto del temor al hombre como la perspectiva eterna. Isaías 40 nos recuerda quién es Dios: “¿Quién midió las aguas con la palma de su mano, o con el ancho de su mano tomó la medida de los cielos?” (Isaías 40:12, NVI). Este Dios todopoderoso no solo es majestuoso, sino también cercano; Él ha puesto su afecto en nosotros, y aunque a veces nos preguntamos “Dios, ¿dónde estás?” o “¿Por qué no respondes?”, la verdad es que “El Dios eterno, el Señor, el Creador de los confines de la tierra, no se cansa ni se fatiga, y su entendimiento es inescrutable” (Isaías 40:28, NVI).

Dios fortalece a los débiles y da poder a los cansados. Isaías 40:29-31 (NVI) proclama: “Él da fuerzas al cansado y acrecienta el vigor del que está débil. Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas.” La espera en el Señor no es inactividad sino un acto de fe y dependencia total que transforma y empodera.

Finalmente, este llamado es a convertirse en mensajeros que proclamen la majestad de Dios, confrontando las dos grandes mentiras: “Dios, ¿dónde estás?” y “Dios, ¿por qué no respondes?”. Estas voces auténticas preparan el camino para su venida, alimentando a una generación hambrienta con el conocimiento de su gloria y poder. “Señor, enséñanos a orar.” La invitación entonces es a que como un verdadero discípulo te acerques a Él y tú mismo se lo pidas cada día.

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Edwin Castro